martes, 14 de junio de 2011

Compañerossss les adjunto un reportaje que se le hizo a mi abuelo poco tiempo después de fallecido. Es una historia de esfuerzo y paciencia, asique se las dejo para que lo lean y tengan aguante con la carreras que elegimos estudiar,  que si bien todos sabemos que son poco reconocidas y valoradas socialmente, tienen un valor importantisimo del cual todos somos concientes...
 
 
REVISTA YA
Martes 31 de Mayo de 2011

 
Alejandro Stuven, diseñador: El chileno que revolucionó el color

El diseñador textil Alejandro Stuven en los 70 conquistó Nueva York con sus multicolores telas estampadas en las que unía lo étnico con lo psicodélico. Pionero en el concepto de la moda autóctona -que rescataba lo artesanal y los motivos geométricos precolombinos-, Stuven es el gran olvidado de la moda chilena.  
Por Juan Luis Salinas T. Fotografías: Pablo Wilson. Maquillaje y Pelo: Carolina Lazo. Asistente de producción: María Carolina Piña. Alejandro Stuven creía en los colores. Defendía su protagonismo, experimentaba con ellos, los mezclaba en estampados adelantados para su época y discutía contra quienes pensaban que eran excesivos. "Las cosas no son blancas o negras. Entremedio está el marengo, el gris, el azul, el café, el rojo y todo el resto de los colores", era una de las frases recurrentes de este diseñador textil que en los 60 y 70 se abrió camino en la moda internacional. Una trayectoria desconocida en Chile, pero que entre 1964 y 1970 lo impuso como una de las figuras más influyentes del negocio mundial de las telas.

La historia de Alejandro Stuven -nacido en Santiago en 1931 y muerto en 2009- fue la de un visionario incomprendido, la de un emprendedor que corrió fuera de su tiempo, la de un talento que nunca encajó del todo en la moda nacional y que terminó olvidado por quienes hilvanan la historia de la moda nacional. En la costura criolla -tan aficionada a las glorias recientes y con memoria tan volátil como las tendencias de la temporada-, pocos conocen los méritos de este diseñador textil formado en Francia, Suiza y Sao Paulo. Un hombre que en 1969 fue contratado por la multinacional Du Pont -que entonces revolucionaba la moda con su catálogo de fibras sintéticas- para diseñar telas en Nueva York y como único representante latinoamericano en el comité internacional del color: organismo de expertos que entonces definía los textiles, en una época en que el muestrario era más artificial y futurista que noble y clásico.

Las revistas de moda estadounidenses resaltaban su audacia al incorporar elementos étnicos de las culturas precolombinas chilenas -diaguita, atacameña, mapuche- en motivos gráficos modernos. Lo llamaban el rey del estilo primitivo sofisticado. En Nueva York organizaba desfiles de moda  con vestidos que confeccionaba con una costurera chilena de origen francés en Las Condes. La desaparecida pero entonces poderosa cadena de almacenes B. Altman -ubicados en la Quinta Avenida con la calle 34, en pleno Manhattan- le dedicó tres vitrinas a sus telas saturadas de color y estampados intrincados.

Alejandro Stuven también internacionalizó el concepto de "moda autóctona", que en los 70 revolucionó el estilo nacional con colecciones de ropa de vocación artesanal, que resaltaban colores y motivos geométricos de las culturas ancestrales. Mientras Marco Correa acicaló a las elegantes vips con vestidos tejidos, Nelly Alarcón presentó sus diseños armados con telares chilotes en París, y María Inés Solimano bordó a mano vestidos en el taller "Casa de la Luna", Stuven desarrolló en conjunto con una empresa textil norteamericana una colección de ponchos chilenos hechos en telas más modernas. De esas creaciones ahora hay pocos rastros. En algunos sitios web de artículos vintage se pueden encontrar algunas de sus telas y en las bodegas del departamento de su viuda, Beatriz Délano, hay cajas con algunos cortes de textiles y una maltrecha maleta verde con unos vestidos que mandó a confeccionar para los desfiles neoyorquinos.

-Son recuerdos familiares, porque el trabajo de Alejandro quedó en el olvido -se lamenta su viuda.

Incluso a Beatriz se le confunden las fechas y se le han perdido carpetas que guardó con el trabajo de su marido. En un artículo que la revista McCalls publicó en enero de 1971, Alejandro Stuven aparece retratado con una camisa manga corta, corbata, pelo engominado, un lápiz en una mano y un pliego de papel extendido sobre el que están delineados trazos gruesos que forman un diseño algo abstracto. La imagen de la publicación -durante casi cien años una de las más vendidas en Estados Unidos, por los patrones de costura que traía como regalo y que dejó de editarse en 2001- fue tomada en su taller neoyorquino donde creaba telas de metraje limitado para asegurar su exclusividad. Aunque después la empresa las reproducía en más combinaciones de colores y en cantidades industriales.

En el artículo de McCalls, Stuven dice que su interés por los colores y lo textil surgió antes de terminar sus estudios en el Liceo Alemán en 1947, que eso lo llevó a tomar un curso de aprendizaje en los talleres de Bellavista Oveja Tomé y luego se ganó una beca para estudiar tintorería industrial en Brasil. A su regreso le escribió al Presidente Gabriel González Videla para que lo apoyara y también a Evita Perón.

-Era muy entrador, no se complicaba para hablar con nadie. Pero ni Videla ni Evita Perón lo tomaron en cuenta -recuerda Beatriz Délano, su viuda.

A los 20 años se enroló como tripulante en un barco mercante español que llevaba carbón desde Taltal a París, para llegar a Europa y continuar sus estudios. En Francia tomó cursos completos de hilandería, tejeduría y diseño textil en el Institute Bolbert en Tourcoing y Roubaix, la frontera con Bélgica, en Flandes, una región famosa por sus centros textiles especializados en lana. Sus estudios los complementó con trabajos en empresas en Suiza y España.

A Chile volvió en 1954. Empezó a trabajar en forma independiente, armó un pequeño taller en un departamento en avenida Santa María y su empresa con la ayuda de José Schirado, quien tenía una estampería en Quinta Normal. Así inició sus propias tiendas. Primero una que llamó Yanka en McIver con Santo Domingo, luego otra en Matías Cousiño y finalmente su local en calle Bustamante 50, donde vendía sus estampados a las principales boutiques santiaguinas y clientas que le hacían encargos especiales.

Todo cambió en 1966 cuando Robert S. Saunders, representante de marketing de Du Pont visitó Santiago y supo de su trabajo. Lo entrevistó y le ofreció un contrato para que trabajara en su empresa en Estados Unidos.

-Alejandro aceptó, pero pasaba viajando entre Chile y Estados Unidos. Nunca dejó sus negocios en Chile- dice Beatriz Délano.

A fines de los 70 volvió a Chile. Ya tenía cuatro hijos y el ritmo de los viajes lo agotó. Además quería remontar su empresa chilena.

-Tenía un talento único, pero no se sabía vender. No le interesaba como a otros creadores de la época -dice el diseñador José Cardoch, quien trabajó con Stuven creando vestidos con sus telaspara las representaciones nacionales de Trevira y Polycron.

-Hacía un trabajo increíble. Les daba un esplendor único a las telas bien poco nobles en base a batista y polyester. De hecho era un agrado armar vestidos con sus estampados.

Cardoch siguió comprando las telas de Stuven. Pero reconoce que era difícil que las compradoras en los años 80 se interesaran en su trabajo. Todo se volvió muy pretencioso.

-Cuando llegó el boom de las importaciones orientales en los 80, su negocio colapsó. No podía competir con las sedas chinas y otras telas que llegaba a dos pesos -comenta su viuda.

Trató de hacerles la pelea desde su nuevo local en el Drugstore.  Fue inútil. Tuvo que cerrarlo. Pero siguió creando en los 90. Inició sociedades de ropa de casa, creó un taller para hacer corbatas con máquinas bordadoras de etiquetas, inventó un sistema para estampar cueros. Pero ya nada era lo mismo. -Al final estaba muy deprimido. Yo lo sacaba al pueblo de Los Dominicos para mostrarle cómo había artesanos que utilizaban las mismas grecas que él había desarrollado en camisetas. Volvía feliz y lleno de ideas, pero volvía a deprimirse -dice su nieta Pascuala.

-Yo creo que hasta el día que murió siguió pensando en colores y en cómo combinarlos. Estoy segura.

2 comentarios:

  1. que bella historia... es hermoso estar del lado de lo atemporal cuando la memoria personal se empalma a la memoria histórica.


    saludos,

    Antonieta

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  2. Mi Patata (papá-tata), crecí con él y aún recuerdo las historias de colores, las idas a su estampería,las telas, lo mágico de este mundo de los géneros, colores y diseños,todo lo que quería que fuera diseñadora de vestuario aunque me haya dedicado a otro rubro como es el cine.....desde acá y contigo al ladito porque sé que estás te digo...TE AMO PATATA!!

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