jueves, 23 de junio de 2011

El artista y la cura para la amargura matutina

En general, no me gusta decirle a nadie que tiene que significar ser un artista, ni que profesión u oficio debería estudiar para ser considerado uno, en que se tiene que enfocar su arte, ni menos que es esa cosa que "no le puede faltar"; simplemente porque creo que son preguntas de una relatividad histórica y bastante 'irrespondibles'. Sin embargo me atrevería a decir, que los artistas son generadores de soluciones,  más allá de sus problemáticas particulares. Constantemente estamos buscando respuestas para resolver aquello que nos mueve a crear, enfrentándonos a las preguntas que implican iniciar un proceso creativo. Me interesa un problema de color, ¿cómo resuelvo la interacción que quiero lograr? Me interesa mostrar a la sociedad la importancia de una participación cuidadana activa, ¿cómo sacar a la luz el mensaje? Quiero encontrar realidades más allá de las preconcebidas, ¿dónde busco? Me interesa retratar la soledad de un lugar, ¿qué es sentir la soledad? También nos enfrentamos a otras preguntas más 'terrenales' como el problema de las lucas y el tiempo. Pero en fin, ante todas las interrogantes creativas surge la búsqueda profunda y finalmente las soluciones se perpetran en la obra misma. Creo que es esta característica de aquel que hace arte que debería traspasarse un poco más a toda persona. Pienso particularmente en la señora de la micro (la genérica señora de la micro), que todos los días tiene algo por lo que reclamarle al chofer (quien siempre tiene la culpa de su infortunio) pero nunca nada puede hacer para que algo no le amergue el día. Yo pienso que a esa señora le hace falta una chispita de creatividad, que piense en su malestar mañanero, que investigue el rol del micrero en su día a día, que haga un estudio de sus actos propios y de su antagonista, que se plantee las mil y un preguntas y finalmente encuentre la cura del mal matutino.

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