lunes, 20 de junio de 2011

La memoria y la fotografìa.

Existen diversos mecanismos utilizados por el ser humano para resistir al paso del tiempo, sobre todo al olvido, surge la fotografia como uno de ellos, y en los cuales por su verosimilitud con la realidad se confia plenamente.
En la actualidad se está generalizando la idea de hacer memoria con la recurrencia y el concurso de las fuentes visuales, de preservar todo ese patrimonio visual y esos recuerdos imborrables incentivando la nostalgia con el fin de recuperar la memoria colectiva. Es evidente que la fotografía cumple con esta función esencial y mucho más en un momento en el que se necesitan las imágenes para tener un conocimiento directo de lo que ha acontecido, una mirada que se fomenta y que responde a la manera cómo contemplamos el presente. Pero al mismo tiempo, esta fuente sugiere otras posibilidades y posee otras propiedades que desarrollamos en nuestra forma natural de hacer memoria y que son diferentes a las que se derivan de un repaso meramente contemplativo de las imágenes de nuestro pasado. La fotografía es ante todo un medio de conservar un recuerdo en imágenes, pero a su vez es mucho más que eso, es un estimulo dinámico para la compresión, la asociación e interconexión de conceptos, de ideas, de experiencias e, incluso, es punto de partida para incentivar la imaginación. Esta interpretación de la fotografía como fuente para la memoria nos parece más sugerente que la idea de seguir potenciando el sentimiento nostálgico, del que, por otra parte, ninguna fotografía se puede desprender. Asimismo, la fotografía está alcanzando otras consideraciones en las nuevas tecnologías para la imagen. Hasta fechas muy recientes los diferentes soportes en los que el hombre sustentaba su memoria visual han mostrado sus limitaciones e, incluso, sus insuficiencias, lo que ha provocado en muchos casos que se negara su validez para hacer memoria. Los antiguos soportes para la imagen, como por ejemplo el muro, que se erigió como el medio de referencia más potente para la transmisión de ideas y de valores determinados durante varios siglos, o como la página del libro, cuya aparición significó toda una evolución cultural, no han sabido dotar a la imagen de un estatuto propio y significativo, relegándola a un segundo plano. Sin embargo, en la actualidad está emergiendo otro nuevo soporte, el espacio digital, que viene a cumplir las mismas funciones que sus predecesores pero, además, nos revela mayores prestaciones para la imagen, y al tiempo integra una serie de propiedades que recogen y amplían a la vez las aportaciones realizadas por los soportes precedentes. En definitiva, se trata de hacer un uso exhaustivo de la fotografía, como fuente para la memoria, pero en un nuevo soporte que facilita la construcción y el desarrollo de esa memoria. Ambas necesidades, la de hacer memoria con la imagen fotográfica y la de contar para ello con el concurso de los medios adecuados según las necesidades de nuestro tiempo, no se manifiestan como una preocupación prioritaria para la sociedad actual, sin embargo, debe significar un motivo de reflexión para las disciplinas humanísticas, plantear toda una serie de interrogantes investigadores que desemboquen en el intento y, por qué no, en la necesidad de hacer memoria en soporte digital.


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