miércoles, 22 de junio de 2011

¿Autonomía del Arte?

Volviendo a varias clases antes, quiero instalar nuevamente el tema de lo pictórico y la autonomía del arte, que habíamos revisado con los cuadros de Ensor. A veces observamos el arte como si siempre hubiera tenido la misma lógica, que a veces nos permite hablar de temas intocados en otro ámbito, pero en general esta forma de operación del arte es algo nuevo. Si visualizamos el arte del siglo XVIII, observamos que éste era heterónomo, es decir, estaba en función muy estrecha de la política, la religión o la economía. Recordemos los grandes cuadros de Jacques Louis David por encargo de Napoleón, donde dibujaba en post de un discurso político. Sin embargo, con la progresiva diferenciación funcional de la sociedad, a la que da cuenta Cecilia Bralic, el sistema artístico también toma ribetes de autonomía en su operar. Estamos inmersos en una época donde todos los sistemas se han vuelto autónomos, es decir, los sistemas se clausuran operacionalmente respondiendo a sus propias lógicas, y la interacción con otros sistemas se da en una suerte de gatillamiento de estímulos, pero que deben ser comprendidos al interior de cada esfera. Podríamos decir que es un enfoque contra-ontológico, dado que se basa en las operaciones de distinción, y no en una esencia.

En este paso de autonomía, se da en el paso de un arte propiamente simbólico, donde remite fuertemente a una cadena de significación, a un nuevo esquema que se centra en las propias distinciones que realiza. El arte se torna auto-referente, a través de comunicaciones propiamente artísticas, generándose un colapso entre la tensión forma y contenido. Este enfoque es un paradigma auto-referencial, porque se define en su diferenciación con el entorno, refiriéndose a su propia estructura interna.

Recordemos las obras que vimos en clases sobre James Ensor, donde se comienzan a observar luces de esta autonomía, donde ya no existe un intento directo de hacer una mímesis de la realidad, sino que capturar a través de la misma materialidad de una pincelada. Es decir, en aquel dibujo abocetado, aquella pincelada más tosca, existe una re-interpretación de la realidad bajo el soporte. Ahora el arte no remite directamente a una realidad, como una cadena significante y significado, sino que hace posible la visualización de posibilidades no actualizadas.

El sistema artístico se torna autónomo y por ende, autopoiético (da pie a infinitas distinciones), ya que no puede ser subordinado a otro sistema. Se produce aquella ruptura con la idea del acto mimético a través de una cadena de significación; es decir, que en toda distinción que emerge, no es necesaria su implicación directa con la realidad. La distinción sistema/entorno es reintroducida en el mismo sistema bajo la forma de autoreferencia/heteroreferencia: “El arte posee un lado propio para la observación de la realidad en virtud de sus propias distinciones artísticas (…) El horizonte de sentido que ellas abren, constituye una duplicación simbólica de la realidad, la cual posee códigos específicamente artísticos”[1].

Es por ello que emerge una observación de segundo orden, porque en la emergencia en tanto sistema, el arte exige de ser observado. De ello radica la importancia de que el arte en sí, necesite de un público y un artista para ser completado. Recordemos la imagen del “Urinario” firmado como “R.Mutt” por Duchamp; en él se necesita de un observador externo que lo haga emerger como una obra de arte, sin embargo, estas observaciones están dadas por un criterio artístico, que posee una lógica al interior de aquel sistema, y por ende no refieren directamente a la realidad cotidiana. En este caso, se da la operación binaria de “arte” y “no arte”, a través de la des-funcionalización del urinario, produciendo aquella distinción básica en la obra artística. Este criterio de diferenciación se basaría en la organicidad interna de la obra, una suerte de coherencia al interior del sistema arte. El arte no puede ser entendido desde lógicas cotidianas o de otros sistemas, el arte se automatiza, y se puede leer con elementos propios que remiten a sí misma.

Tomando en cuenta el contexto actual de movilizaciones estudiantiles, y como el arte puede ser un motor de concientización, o mejor aún, de movilización ciudadana, bajo este esquema ¿el arte puede tener relación con la realidad? Esta conexión con la realidad se da por otra operación de distinción, que logra impermeabilizar de cierta forma al sistema artístico, la distinción: Ficción/Realidad. Tal como lo plantea Feral, el sentido de ingresar a lo ficticio, no es introducir una mera dimensión de ficcionalidad, sino que ingresar a un discurso autónomo que constituye la escena, o dicho en los términos de Bralic, dar la posibilidad de acceso a la observación de segundo orden. La importancia de la reflexión artística es clave en torno a la emergencia de nuevo conocimiento. Es en el arte donde se abren las fronteras de posibilidad del pensamiento, presentándose un espacio de reflexión interna que permite gatillar interpretaciones a los otros sistemas. Tal como lo plantea Feral “Afirmar lo teatral como diferente de la vida y diferente de lo real, aparece como la condición sine qua non de la teatralidad en la escena. La escena debe hablar con su propio lenguaje e imponer sus propias leyes”[2]. Entonces, esta autonomía del arte que va madurando en el siglo XX, no se presenta como un espacio de apatía de las artes con lo contingente, sino que de modo contrario, un espacio en que aquella clausura operacional permite ser un gatillador más potente a los otros sistemas: “El despertar del arte en su autoreferencia durante el siglo XX ha traído consigo la exigencia complementaria de hacernos cargo de pensar cuál sería la heteroreferencia propia del arte, que hace posible su comunicabilidad”[3]. Se trata de un discurso autónomo desde las artes a la contingencia.

Por Pablo Cisternas Alarcón.

Bralic, Cecilia (2005). “La relación entre arte y cultura: acontecimiento y comunicación”, en Cátedra de Artes, N°1. Facultad de Artes PUC, Santiago, Chile.

Féral, Josette (2003). “La teatralidad: en busca de la especificidad del lenguaje teatral”. En Teatro, Teoría y Práctica: más allá de las fronteras. Galerna, Buenos Aires, Argentina.

Luhmann, Niklas (1998). “El arte como mundo”. En Teoría de los sistemas Sociales II. Jalisco, México DF.



[1] Bralic, Cecilia (2005). “La relación entre arte y cultura: acontecimiento y comunicación”, en Cátedra de Artes, N°1. Facultad de Artes PUC, Santiago, Chile. pp 101.

[2] Féral, Josette (2003). “La teatralidad: en busca de la especificidad del lenguaje teatral”. En Teatro, Teoría y Práctica: más allá de las fronteras. Galerna, Buenos Aires, Argentina. pp 98.

[3] Bralic, Cecilia (2005). “La relación entre arte y cultura: acontecimiento y comunicación”, en Cátedra de Artes, N°1. Facultad de Artes PUC, Santiago, Chile. pp106.

2 comentarios:

  1. A VECES HACEMOS COSAS QUE SOLO NOSOTROS ENTENDEMOS, PERO NO DEJA DE NO SER ARTE. INTERESANTE.

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  2. Pablo, te felicito por tus posts. Muy variados, buenas y profundas reflexiones.

    Es la idea de este blog.

    saludos,

    Antonieta

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