domingo, 17 de abril de 2011

Loop 3

Loop 3 funciona como una instalación artística que se construye mediante el contacto de los cuerpos en escena. Se estructura en base a nueve cuadros interpretados a través de la danza y la performance, recreando su inspiración en pinturas barrocas y fotografías contemporáneas que varían en el transcurso de cada secuencia. El espectador es quien decide desde dónde observar la obra, pues se desarrolla en un espacio abierto en el que la masa colectiva de cuerpos puede ser apreciada desde diferentes perspectivas. Los intérpretes transitan sus sensaciones cargadas de erotismo y sensualidad, mediante la variación del ritmo y velocidades, despojándose de sus ropas y apoyando sus cuerpos entre ellos para formar un flujo constante de movimientos. Al momento de ingresar a la sala, el espectador se encuentra sumergido por ésta atmósfera creada, ya que los bailarines se encuentran en acción, por lo que no existe un comienzo definido. Durante el desarrollo de la trama, la música juega un papel fundamental, pues es atenuada y acentuada según el instante lo requiere, para percibir la muestra como una sensación de juegos corporales que también suena, huele, transpira y respira.


No puedo mencionar más que positivismos para la obra, ya que no había tenido la experiencia de presenciar algo parecido. El lugar es ideal para el desarrollo de la trama, ya que el espacio permite hacer al espectador partícipe de cada secuencia, pues se tiene la libertad de observar desde cualquiera de las cuatro diferentes perspectivas, en donde se crean distintas estructuras según se mire la propuesta. Lo que me pareció aún más interesante fue el hecho de que no existiese un comienzo establecido, comprensible si nos situamos dentro de un contexto contemporáneo. La iluminación nos alberga en un espacio lúgubre, que sólo permite acentuar los cuerpos de cada intérprete, visualizando así el detalle en los movimientos y el contacto entre ellos, variando también en intensidad y cantidad de luces, lo que permite despertar a ésta gran masa corporal. A nivel interpretativo, el trabajo imprescindible de rescatar era la conciencia que existía del espacio y del otro, donde los movimientos eran ejecutados en el momento exacto, además del trabajo de foco tanto individual como colectivo, que en lo personal me sumía en la intimidación. Pude percatarme de que si bien la secuencia de movimientos se repetía, no caía en la monotonía ya que la variación del ritmo, velocidades, niveles, sensaciones, imágenes y música hacía que cada escena tuviese una evocación diferente, a lo que se añade el juego de la improvisación para crear una atmósfera distinta, ya que pese a ser una coreografía definida, los bailarines se daban el espacio para interactuar entre ellos y así enraizar relaciones que en un comienzo no existían. Por otro lado, el trabajo de elongación hacía que los movimientos fuesen lo suficientemente orgánicos para hacernos creer que el único estímulo previo era dejarse llevar por las respuestas corporales, además de la resistencia física que significó mantener el flujo constante de movimientos por cerca de una hora. Casi por regla general, lo mejor se deja para el final, quiero hacer principal ahínco en lo que mejor demuestra la categoría del espectáculo. El trabajo asiduo del peso, que hacía casi imperceptible al oído el sonido de los movimientos y del suelo, demostrado en la sudoración extrema de los intérpretes, en la respiración colectiva y en las evidencias que dejaban los cuerpos cuando de ejercer la fuerza se trataba; mediante tomadas, contrapesos y acrobacia, dejando entre ver su musculatura y su cansancio, sin “botar” nunca la energía, pues aún cuando los cuerpos estaban quietos, éstos no descansaron hasta el último momento.


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